30 años de Fracaso, exigen a la ONU un cambio de rumbo por Mah Iahdih Nan

              




Por pura lógica, si un proceso o programa no reporta resultados positivos durante un tiempo razonablemente prolongado, la situación debe conllevar a  profundas reflexiones, que a su vez deben conducir a una modificación del rumbo escogido, con miras a encontrar vías cuyos resultados resulten más efectivos y eficaces.    

La designación del diplomático Amar Belani, como Enviado Especial encargado de la cuestión Saharaui, ha insuflado nuevos aires al desarrollo del conflicto. Su lenguaje claro y directo muy alejado de los clásicos ambages  y rodeos politiqueros, ha abierto una nueva perspectiva que debe guiar el proceso de descolonización del Sahara Occidental a su última parada. Marruecos, ha dejado sobrada constancia de no entender ni asimilar; el lenguaje diplomático, las posiciones políticamente correctas,  las templanzas y el respeto mutuo.  Por ello, la llegada de Belani, con su lenguaje preciso, severo y rigurosos a la hora llamar las cosas por su nombre, era más que necesaria, para poner en el lugar que le corresponde a la insolencia, la grosería y la impertinencia del arcaico Majzen Marroquí.

Tanto la claridad del discurso del presidente  *Abdelmadjid Tebboune y el Ministro Ratmane Lammra* como la labor de Amar Belani, están contribuyendo a reforzar el nuevo enfoque al que está obligado a introducir el nuevo Representante Especial Stafan de Mistura en su labor de mediación. Tras 30 años de plan de paz, que no han reportado ningún avance, las Naciones Unidas si quieren sacar el conflicto del atolladero, deben reconocer que su diplomacia está obligada a escoger otro rumbo, más efectivo y más ajustado a la legalidad. Las dinámicas del postureo, negación del derecho internacional, falsificación de la realidad, creación de escenarios y actores artificiales, modificación del lenguaje legal en los documentos oficiales de la ONU y todos los pasos dados en los últimos  15 años, han demostrado su ineficacia y nulidad para solucionar el conflicto Saharaui. Tan sólo han servido para alargar y estancar aún más el conflicto. Por eso se hace necesario recuperar el papel central y ponderado de la ONU, con planteamientos más estrictos y rígidos a la hora de ejecutar la legalidad internacional.

Tanto De Mistura como las Naciones Unidas, saben perfectamente que las partes, desde principios de este siglo, están parapetadas detrás de sus posiciones iniciales, lo que deja  escaso margen de maniobra a los negociadores. Ante este  monumental atasco, la ONU y De Mistura deben volver al punto de partida. En el kilómetro 00 encontrarán el punto de salida, que puede guiarlos a una solución legal y real. Una vez plantados en el punto inicial encontrarán las siguientes llaves maestras;  la legalidad internacional, las cartas fundacionales de las Naciones Unidas y de la Unión Africana, las sentencias de la justicia internacional, los acuerdos de paz del año 1991 firmados por las dos partes, todas y cada una de las resoluciones de las Naciones Unidas desde el año 1963 y la naturaleza jurídica del territorio del Sahara Occidental.

Una vez puestos sobre la mesa todos estos documentos, De Mistura y las Naciones Unidas tienen la potestad y la obligación de apremiar a las partes a su cumplimiento. La legalidad debe ser el único punto de intersección entre las partes y como no puede ser de otra manera es el marco donde los pueblos y las comunidades deben entenderse ajustándose a las normas y leyes comunes. Las soluciones interesadas o de conveniencia llámense autonomía o cualquier otra modalidad que no contempla la vía democrática son un semillero de conflictos, inestabilidad e inseguridad.

El Sahara Occidental, guste o no, como bien recogen los documentos y resoluciones de las Naciones Unidas es un territorio NO AUTONOMO, sujeto a un proceso de descolonización. El uso de eufemismos para sustituir el lenguaje legal oficial de la ONU, como maniobras de dilatación y encubrimiento, y para contentar a una de las partes,  sólo contribuye a crear la desconfianza entre las partes y apartar al organismo internacional de una posición equilibrada en su labor mediadora.

La Naciones Unidas y en especial su Consejo de Seguridad, deben dar el máximo apoyo sin fisuras a su Representante Especial, no se pueden repetir las zancadillas como ha sucedido en otros casos, especialmente el del Ex presidente alemán el Sr. Horts Kohler. Así mismo, el Consejo de Seguridad debe huir de la parcialidad paternalista de algunos de sus miembros permanentes hacia una de las partes, es la única manera de presentarse con un mínimo de credibilidad para atraer  de forma imparcial a las dos partes a un proceso de negociación creíble, sincero y verosímil.

En esta nueva dinámica que adquiere el conflicto Saharaui, hay algo que no tiene visos de cambiar, y ese es el papel de España como antigua metrópoli y causante de uno de los conflictos internacionales más largo. España, como siempre, inmersa en debates estériles e intrascendentes sobre sus tóxicas y eternamente conflictivas relaciones con Marruecos, en las que el Gobierno y la oposición compiten por hacerle el juego al siempre tramposo y chantajista Majzen Marroquí. Mientras tanto los políticos, los medios de comunicación y últimamente los jueces, se afanan en seguir enfrascado en lo más banal e insustancial del asunto, poniendo en ridículo el prestigio y la seriedad de una gran potencia como España, que al parecer su gran meta es que el Ministro de Exteriores de una dictadura feudal como Marruecos, le conceda una recepción al ministro de un gran país como España.  

  España debería ser un actor estelar en el conflicto Saharaui, pero la cobardía y el  miedo a las coacciones y exigencias del Majzen Marroquí la han colocado en una situación irrelevante e insignificante. Tampoco su actual posición de actor figurante en el conflicto Saharaui, la  ha liberado de sufrir los constantes y sistemáticos chantajes marroquíes. España, sigue jugando la baza del despiste; entre ceder continuamente a los chantajes marroquíes y sentirse cómoda con la irresolución del conflicto del Sahara, especulando con que aplaca y apacigua las infinitas exigencias marroquíes.

Está claro que España tiene una visión miope de la realidad geoestratégica y geopolítica de la región. Esta percepción cortoplacista de intentar atajar los chantajes Marroquies a través de cesiones, condescendencias, prebendas y financiación  no sólo se ha demostrado ineficaz, sino que ha contribuido a aumentar el número y la envergadura de los chantajes, y seguirán incrementándose.        

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