Cuando el valor de la vida vale menos que nada, por Mah Iahdih Nan



Desde que empezaron las guerras modernas, con la invasión a Irak de principios de los noventa, entro en vigor la deshumanización de la vida de las personas. Los países  poderosos establecieron diferentes varemos para valorar la muerte de los seres humanos en dependencia del país, región o cultura donde hayas nacido. Es decir la vida de un Americano tiene el mismo valor que la vida de 100 Iraquíes o la de 100 Afganos. Cuando hay un atentado terrorista en Paris o en Londres y mueren 5 occidentales, el mundo se vuelca con ellos y con sus países, les  llueven  los lutos, las condolencias y las condenas son  globales. Sin embargo, si sucede otro atentado el mes siguiente, cometido por los mismos autores que enarbolan las mismas causas,  en el Cairo, Bagdad o Kabul y mueren 300 personas, casi no se entera nadie; ni duelo, ni condena, ni pésame nada de nada, la vida de estas 300 personas prácticamente no tiene ningún valor, como máximo sale una pequeña referencia escondida en un rincón de un periódico.  


 


Es la doble moral que establecen los ricos y  poderosos, que dominan el planeta desde finales de la segunda guerra mundial,  si tienes la fortuna de haber nacido en el lado occidental tu vida vale un precio y como mínimo si falleces en una guerra o en un atentado terrorista, el mundo se enterará de tu existencia y honrará tu memoria. Sin embargo, si tienes la desgracia y desdicha de nacer en el otro lado, tu vida sencillamente no vale nada y tu muerte vale menos que nada, lo que significa que tu sacrificio, caerá en saco roto y si tienes mucha suerte, te podrán honrar tus familiares más próximos.


 


En otro sentido y salvando las distancias, el valor que tiene la vida y la muerte de las personas en otras latitudes, también se mide por baremos desiguales y discriminantes en dependencia de la sociedad y el régimen en el que vivas, si te toca un sistema feudal, el estiércol tendrá más valor que tu vida.


 


 Estos días hemos asistido al sentido y emocionado homenaje que le han dispensado los Saharauis, en los campamentos, en las zonas Ocupadas y en la diáspora  al primer mártir de la segunda guerra en el Sahara Occidental. Lo que viene a suponer, prácticamente una especie de glorificación o santificación del combatiente Bani Measaud, por haber entregado su vida en el campo de batalla por liberar la tierra usurpada.


 


En el otro lado, la parte marroquí,  respondiendo a una política dictatorial e inhumana y caracterizada por la ocultación y el oscurantismo, las cosas se suceden diametralmente opuestas. Según especialistas y conocedores de los estragos de esta nueva guerra, se  estima que entre  el 13 de noviembre y el 24 de Febrero, habrían fallecido, aproximadamente unos 150 militares marroquíes, que ninguno de ellos ha recibido el homenaje que le corresponde por haber entregado su vida inútilmente. Tan solo, algunas condolencias familiares en las redes sociales que son retiradas a los pocos días. Al contrario de las escenas de dolor y emoción vividas en los campamentos Saharauis, la muerte de los militares marroquíes se sucede rodeada de un gran misterio impuesto por las autoridades del Majzen. La intriga y el enmascaramiento forzados son la nota dominante de los sepelios del centenar y medio de hombres que se estima que han muerto en esta guerra. Marruecos es el único lugar de la tierra donde le prohíben a las personas manifestar su dolor por la pérdida de un ser querido, no está permitido llorar la pérdida de un familiar, en nombre de una imaginaría, falsa y  sagrada causa nacional. Las personas tienen que pasar por uno de los peores tragos psicológicos a los que se puede enfrentar un individuo, que es el de absorber sus lágrimas y ahogar su dolor.


 


Los cadáveres son trasladados de madrugada a sus aldeas, pueblos o ciudades de origen, en absoluto secreto y allí son entregados a sus familias, para su entierro. Han llegado al punto de desfachatez y crueldad  de comunicar a las familias la más variopinta de las causas de la muerte de su allegado. En las redes circularon durante varios días, videos de familiares de dos de los fallecidos en los que explicaban, que el Majzen les comunicó que sus familiares habían fallecido; uno por la picadura de serpiente y el otro a causa del Covid. Incluso hay informaciones de casos,  que no se ha entregado ni siquiera el cuerpo del difunto, sólo una comunicación de su fallecimiento.  


 


Este desprecio total mostrado por el Majzen a la vida de sus súbditos, no es nuevo, las crónicas de la anterior guerra nos han dejado relatos de una crueldad infinita;  soldados obligados a ir a la guerra, soldados que sus cuerpos aún hoy yacen al sol en el desierto, familiares que nunca supieron que fue sus allegados, militares mutilados y abandonados, militares que estuvieron más de 20 años en prisiones Saharauis porque el régimen que los empujó a la guerra, rechazó aceptarlos como prisioneros de guerra y un sinfín de historias que corroboran el menosprecio y el desdén del Majzen por la vida de sus súbditos.

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